La llegada a La Paz fue rara. Si bien estábamos contentos de llegar a la ciudad, esta nos recibió con un tráfico desastroso y basura y desorden por donde se viera. Mini buses y camiones se peliaban en todos lados por un lugar y avanzar en la jungla de cemento que se avecinaba. Bocinazos iban y venían, además del asqueroso e irrespirable humo de los tubos de escape de absolutamente todos los miles de autos, camiones, motos y buses que pasaban al lado de nosotros. Así fueron las últimas dos horas de pedaleo llegando a La Paz, y así también fue como llegamos al Alto, uno de los sectores más populares de la capital boliviana. Más tarde nos ibamos a enterar que en ese sector se procesa una gran parte de la coca del país en casas particulares, con maquinas lavadoras (sí, las para lavar ropa) y microondas. Además nos dijeron, días después, que también ese distrito de la ciudad tenía de los indices de delincuencia más altos del país. A nosotros eso si, nos esperaba un tío mío, primo hermano de mi mamá, que vive en la parte sur de La Paz, que resultaba ser una especie de «El Bajo» ya que esta parte está a unos 2800 metros sobre el nivel del mar, mientras que «El Alto» esta a unos 4000 m.s.n.m.
Desde «El Alto» entonces agarramos una autopista, digamos que era como una especie de Américo Vespucio, guardando las proporciones, que atravesaba la ciudad entera de norte a sur. Me recordó mucho a la bajada de «La Pirámide , yendo hacia Huechuraba. Desde allá arriba entonces hasta la parte sur de La Paz comenzó nuestro descenso, que fue prácticamente bajar en caída libre. Impresionante. Nos daba la impresión de que estuviéramos entrando en una dimensión desconocida. El velocímetro marcaba 40-45km por hora y nosotros seguíamos y seguíamos bajando. No paraba. Así cruzamos toda la ciudad y al mismo tiempo fuimos testigos de como, a medida que avanzábamos, el paisaje urbano y automotriz también cambiaba. Siempre que llegamos a alguna esquina importante y preguntamos por la iglesia de San Miguel, que era donde nos esperaban, la gente nos respondía con un uuuuuuuuuuuf mister, queda mucho todavía siga dereeeeeeeeeeecho hasta abajo. Estas respuestas nos las dieron como 7 veces, lo que más nos hacia creer que de verdad estábamos entrando a una dimensión desconocida. Lo chocante de esto fue ver como la ciudad fue cambiando. Finalmente llegamos a Calacoto, que es un distrito de la ciudad muy moderno, limpio, con muchas oficinas de grandes empresas y también un área residencial muy grande en donde la mayoría de sus habitantes pertenecen a los sectores más pudientes de la ciudad y el país. Era una especie de Vitacura o La Dehesa. Por todos lados había publicidad de «Compre!», «Lleve en Cuotas!», «Por solo $99,99!», etc. etc. Era un verdadero shok cultural ver todo este marketing y sentir el consumismo de la ciudad y sociedad después de haber estado un par de días alejado de todo esto por una par de semanas, internados en como vivían la gente en el campo. Muy penoso fue ver a todas estas mujeres típicas de Bolivia, «Cholas» o «Cholitas» como les dicen allá, descendientes directas de las culturas Incas y Aimarás, ya que ahora jugaban un rol muy distinto al que nosotros habíamos conocido y visto, el cual era una vida tranquila en sus casas, en poblados, ciudades chica o el campo, administrando sus animales o trabajando en lo que tuvieran que hacer, en un ambiente muy relajado, me atrevo a decir que también se veían muy felices, y muy importante también, un ambiente sin desigualdades sociales tan marcadas. Lo penoso fue verlas entonces en este otro rol, dentro de la ciudad, que era prácticamente estar en lo más bajo de la escala social. Habían muchas pidiendo plata tiradas en la calle, otras en las esquinas pidiéndoles a los autos, paseando perros, etc. No se veían felices y tampoco eran gente agradable como la que habíamos conocido durante los días anteriores, se notaba el individualismo y la desconfianza. Pero bueno, al final de un largo día por fin habíamos llegado a casa de mis familiares que nos esperaban con una rica once. Mi prima nos paseó por la ciudad y nos presentó a algunos de sus amigos, gente muy simpática La Paz es bonito y cuenta con lugares increíbles y una geografía espectacular, como el valle de la luna o la vista hacia el gran Illimani.
Después de tres días volví a subirme a la bicicleta, ahora dirección a Chile. Seba, mi amigo que me acompañó desde Machu Picchu, me dejó en la Paz, en donde el iba a seguir recorriendo Bolivia, por lo que yo iba a seguir un par de días solo hasta llegar a Colchane y juntarme con Ricardo, el otro integrante de esta expedición.
El paisaje altiplánico era sorprendente y en ciertos tramos me hacia sentir como si estuviera en el cañón de Bryce, en Utah (USA), por lo similar que eran los colores y las montañas. Otro high light importante de la ruta fue el Sajama, la montaña más alta de Bolivia, con más de 6500 metros y a pocos kilometros de Tambo Quemado, la frontera con Chile. Dos noches alojé en Bolivia antes de llegar a Chile, y en las dos ocasiones dormí en casas de gente, al lado del camino, que muy amablemente me aceptaron para pasar la noche facilitándome un espacio para pernoctar.
Afuera hacía mucho frío y el viento era de temer, por lo que fueron una gran ayuda y les estaré siempre muy agradecido. Para ver las fotos de toda esta historia visita nuestro flickr.
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